
2. Al fondo, veo leche condensada. No recordaba que estaba ahí.
3. El bote es de hojalata. Igualito que aquellos tarros a los que, de pequeños, hacíamos un agujerillo para succionar a escondidas.
4. Eso sí, ahora la chapa ya viene con anilla abre fácil.
5. Destapo. Me pringo. Saboreo. Ñam.
6. “Sólo un poquito más” pienso. Error. Ya no hay quien pare.
7. Aish. Quizá acabo de dar con el próximo reto de Samantha Villar: 21 días absorbiendo leche condensada.
8. En ardores de estómago no la ganará nadie.